De qué trata Desastre en familia
La familia Meza —Rolando (Ariel Miramontes), María (Itatí Cantoral) y sus hijos adolescentes, Paloma (Karla Gaytán) y Gabriel (Diego Peniche)— atraviesa una crisis de convivencia: discusiones, incomprensiones, distancia emocional. Deciden hacer un viaje por carretera para reconectarse. Pero cuando su camioneta se descompone en medio de la nada, conocen a Isaura, una mujer misteriosa que, con magia implícita, desencadena un fenómeno inesperado: padres e hijos intercambian cuerpos.
Ese intercambio cuerpo-a-cuerpo los obliga a caminar un rato en los zapatos del otro, a ver la vida desde otra perspectiva, a descubrir verdades incómodas y, sobre todo, a revaluar lo que significa ser familia.
Lo que funciona muy bien
Identificación generacional auténtica
Las vivencias de los hijos —el uso excesivo de la tecnología, el bullying, la presión escolar— contrastan de forma natural con las preocupaciones de los papás: trabajo, disciplina, expectativas. Esa dualidad se siente real, no forzada.
Humor derivado de la situación, no de clichés
El intercambio corporal puede prestarse al chiste fácil, pero la película lo aprovecha para crear situaciones cómicas basadas en empatía: papás en clases de adolescente, hijas enfrentándose a responsabilidades adultas, y la incomodidad que surge de tener que adaptarse.
Producción mexicana con encanto visual propio
Locaciones entre carretera y paisajes rurales, música original de José Cantoral, escenas de baile —que recuperan pasión por lo visual— y detalles de escenarios cotidianos: la casa, la camioneta, los espacios familiares que muestran tanto cercanía como desencuentro.
Lo que podría pulirse
Ritmo en los momentos mágicos
Las escenas de intercambio de cuerpos o de descubrimiento emocional funcionan mejor que aquellas secuencias que intentan alargar lo mágico sin avanzar la trama. Hay momentos en que la película tarda en retomar impulsos emocionales después de pausas reflexivas.
Expectativas frente a originalidad
El recurso del “intercambio de cuerpos” ya es un clásico en comedias familiares (“Freaky Friday”, etc.). La receta funciona, sí, pero quienes la han visto muchas veces pueden prever ciertos giros. Lo importante es cómo se usa el dispositivo para generar empatía, lo cual Desastre en familia logra bastante bien.
Momentos especiales que dejan huella
- La escena en que los hijos y padres se ven por primera vez como el otro: no solo para hacer humor, sino con sorpresa, frustración, ternura.
- Las clases que imparte Paloma cuando está en el cuerpo de su mamá, o la madre enfrentando la lógica adolescente: esos momentos de choque emocional que también invitan a reír.
- Los toques mágicos que no intentan explicar todo: que la magia exista como elemento simbólico, más que literal, aporta encanto.
Razones para verla (sí / no)
Sí, si:
- Te conmueven las películas familiares que mezclan humor con reflexión.
- Te interesa ver cine mexicano que hable de generaciones, adolescencia y empatía.
- Disfrutas de comedias con toque mágico, que entretienen pero también dejan algo para pensar.
No, si:
- Buscas acción o comedia fuerte sin pausas emocionales ni introspección.
- No toleras clichés de intercambio corporal o historias ya recreadas en otros países.
- Prefieres tramas más adultas, sin enfoque juvenil o familiar.
Datos curiosos que suman
- Desastre en familia es dirigida por Manolo Caramés y escrita por Adriana Pelusi.
- Itatí Cantoral soñaba con hacer algo al estilo de Freaky Friday, y este proyecto le permitió acercarse a esa idea.
- Se filmó en varias locaciones mexicanas: CDMX, Querétaro, Durango y Toluca.
Cuando ver el mundo con otros ojos
Desastre en familia nos recuerda que la risa puede ser tan poderosa como el reconocimiento de las diferencias. Verla es reírse, sí, pero también entender.
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